Mis relaciones con las colonias sefardíes de todo el mundo me permitieron comprender los sentimientos que persistían entre la mayoría de los judíos españoles, después de 400 años de su exilio. Mantuvieron el castellano como lengua vernácula, un tesoro, al que llamaban materno. Era un delicioso castellano del siglo XV, cuya fonética los españoles habían olvidado. - D. Ángel Pulido Fernández

La vida nos proporciona ciertos misterios que, de hecho, invitan a la reflexión. Con esto nos encontramos cuando visitamos la Universidad de Salamanca, en España, para realizar una conferencia sobre el poeta brasileño Manuel Bandeira y su importancia para el modernismo. Si bien es una de las instituciones universitarias más antiguas del mundo (data de 1218), sus directores y profesores tienen un cariño especial por la cultura brasileña.

Pero ahí reside el misterio. Tras la conferencia, a cargo del profesor Manuel Portillo Rubio, fuimos a visitar la increíble Biblioteca Nacional, donde se pueden encontrar innumerables rarezas bibliográficas, una de las cuales fue la que más nos sorprendió: una Torá en perfecto estado, creada por escribas altamente especializados, que dibujaron competentemente sus 305 mil palabras.

Se nos advirtió que, al entrar en esa inmensa caja fuerte, custodiada con sumo cuidado, encontraríamos una cosa preciosa del siglo XVI: una Torá, con toda su inmensa riqueza, y que no podía ser tocada ni retratada de cerca.

Al ser inaugurada por el director de la Biblioteca, Eduardo Hernández, pudimos observar la absoluta integridad de su contenido, sin que nadie supiera cómo había llegado hasta allí. Y conservado íntegramente, con todas sus enseñanzas, como los elementos jurídicos que estipulan las relaciones entre ciudadanos, el derecho agrario, comercial, familiar, sucesivo y penal. Este último estaba destinado a aplicarse tanto a las infracciones contra Di-s como contra el prójimo.

La Torá es la primera Constitución escrita. Sus 613 artículos, preceptos o mandamientos se dividen en dos categorías: positivos y negativos. El primero en el número 248, para la elevación continua hacia Di-s. Los 365 restantes se refieren a prohibiciones, que deben respetarse durante todo el año.

Estando en España, es natural que se haga referencia a Maimónides, quien organizó este legado en el siglo XII. Gran pensador de la época de la dominación árabe sobre la Península Ibérica, el rabino Moisés ben Maimón (12-1135) se hizo famoso bajo el nombre Maimónides o por la abreviatura de Rambam.
Pronto se recordó que nació en Córdoba, Andalucía, habiendo sido filósofo, místico, matemático, médico (de gran prestigio en todo el país), y que combinaba todos estos atributos con un gran talento literario. Fue el único filósofo de la Edad Media que influyó en pensadores cristianos y musulmanes. Acercó la filosofía de Aristóteles a las leyes fundamentales de la Torá.

Maimónides visitó Eretz Israel y se estableció en Egipto, donde se convirtió en médico de la corte del visir y luego del famoso sultán Saladino. Su mayor satisfacción fue el estudio de la Torá.

Explicamos a nuestros interlocutores que básicamente el hombre se inclina hacia el bien. Es con esta visión que nos presentamos ante la Torá que enriquece la Biblioteca Nacional. ¿Quién habría recogido esta cosa tan preciada y llevada a la entidad oficial? ¡Misterio!

Los judíos fueron expulsados ​​de España (o de las Españas) por los reyes católicos Fernando e Isabel en el siglo 15. ¿Cómo pudo haberse elaborado una Torá después de esta expulsión, cuando, en teoría, no había judíos viviendo en España? Debió ser un trabajo clandestino. En esa época también se sacrificaban las sinagogas, lo que hace pensar que la Torá de Salamanca habría sido custodiada con mucho esmero, de manera que se conservase íntegramente su integridad. Quién sabe, acabó en la Biblioteca Nacional porque no había una sinagoga para recibirlo, en los tiempos convulsos de persecución religiosa, promovida por la Inquisición, y lo más probable es que fuera confiscado o robado.

Fueron más de 1.000 años de presencia judía en territorio español (Sefarad). Durante este período no siempre hubo tranquilidad, a pesar de la reconocida contribución de los judíos a la ciencia y la economía de la región. Vea lo que dice el estudioso Luís García Moreno sobre estos tiempos:

“En el año 693 tuvimos la declaración explícita del rey Egica de la existencia de una prohibición escrita sobre las sinagogas, que habían sido sometidas a una destrucción sistemática”.

Estas persecuciones se hicieron más evidentes a partir de 1391, hasta las medidas extremas tomadas por los reyes católicos.

España siempre se acordó

Para muchos estudiosos, la cuna de la hispanidad estaría en la síntesis de las tres grandes religiones: católica, musulmana y judía, presentes, sobre todo, en la España medieval.

El florecimiento cultural de los judíos se hizo realidad en España bajo los reinados benévolos de los califas de Córdoba (tierra de Maimónides) y gobernantes cristianos como Alfonso el Sabio. Luego vinieron las persecuciones, el drama de los conversos, hasta que la reina Isabel II, la católica, fue la responsable de la Real Cédula de 1492, cuando los judíos fueron expulsados, con repercusiones increíbles. Hoy se puede decir que este acto fue un error de grandes proporciones, por lo que representaron los judíos para la economía y la cultura de España, que hoy buscamos reparar devolviendo la ciudadanía a todos los descendientes de sefardíes que así lo deseen.

La Inquisición fue una página triste de persecuciones y muertes, como se puede comprobar en los escenarios de la Plaza Mayor de Madrid, donde se desarrollaban los actos de fe. El sufrimiento y la tortura no fueron suficientes para sofocar el nacimiento, entre los marranos, de escritores como Fernando de Rojas y quizás el propio Cervantes. Necesitaban ocultar su ascendencia debido al síndrome de limpieza de la sangre. Muchos de los pensadores y escritores del Renacimiento español ocultaron sus orígenes. Sólo con la llegada de Napoleón dejó de funcionar el Tribunal de la Inquisición.

Lo curioso es que, a pesar de cinco siglos de diáspora sefardí, los marranos siempre han mostrado lealtad a la patria que los expulsó, custodiando su lengua, cultura, música e incluso gastronomía, como un tesoro preciado e inolvidable.

En tiempos de Alfonso VII, los judíos de los guetos (aljamas) de la región sur peninsular se sintió amenazado y buscó refugio entre amigos cristianos en Madrid, Toledo y otras ciudades castellanas.

Durante varias décadas árabes, cristianos, judíos y musulmanes convivieron en paz en España, como ocurrió durante muchos años en Portugal. Es un registro histórico que siempre hay que resaltar, para evitar pensar que se trata de una realidad imposible de existir. Los judíos españoles vivían entre las otras dos religiones más jóvenes.

EL BRILLO DE TOLEDO

El movimiento cultural que tuvo lugar en la ciudad de Toledo revela un dato de gran valor: sabios lingüistas y estudiosos cristianos, hebreos y musulmanes, en la Escuela de Traductores de Toledo, tradujeron al aprendió latín (lengua de alta cultura cristiana y europea), obras de gran conocimiento en los campos de la Medicina y la Astronomía, libros de clásicos griegos y la propia Torá. Incluso después de su muerte, el médico y filósofo Maimónides siguió influyendo, con sus ideas, en la cultura de los judíos españoles, que tenían sus principales barrios en la Castilla conquistada. Se puede decir que la síntesis integradora del español proviene exactamente de estas tres culturas peninsulares de la Edad Media.

Los judíos toledanos llamaron al español su “lengua materna” para oponerse al latín, que detestaban porque era romano. Consideraron el reinado de Alfonso X (el Rey Sabio) como el inicio de una Nueva Era y quisieron despertar en el Rey la inclinación a leer en una nueva lengua, accesible a todos.

Y así se hicieron las traducciones de los libros sagrados del Pentateuco. Esto explica la decisión del Rey Mago de vulgarizar y no latinizar la Historia, el Derecho y la Ciencia, que, hasta entonces, se expresaban únicamente en latín (hasta mediados del siglo XIII). Los eruditos judíos de Toledo fueron muy apreciados por el Rey Sabio. Incluso ocuparon cargos políticos y administrativos debido a esta influencia.

La persecución antijudía comenzó en Sevilla y luego se extendió a toda la península, entre 1391 y 1412. Algunas sinagogas de Toledo fueron destruidas y otras transformadas en iglesias católicas, como tuvimos oportunidad de comprobar en una reciente visita a la ciudad. En la misma antigua sinagoga había señales claras de que había sido transformada en una iglesia católica. La rebelión contra los judíos, de hecho, disfrazó el deseo de apoderarse de sus riquezas. Los criminales de entonces no habían cometido este daño sólo por odio religioso, sino principalmente por el deseo de aprovecharse y confiando en la impunidad generalizada. En 1391 hubo una gran masacre de judíos.

LA EXPULSIÓN

La Inquisición acusó al padre Serrano, cristiano converso, de “leer la Biblia judía romantizada en hogares judíos”. Se creó un clima desfavorable para los judíos, de ahí las matanzas de 1389 en Andalucía y Castilla.

Antes y durante el reinado de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, se creó un clima antijudío, nunca antes conocido, Américo Castro lo destaca de la siguiente manera:

"La historia de España entre los siglos X y XV fue un contexto cristiano-islámico-hebreo que no puede fragmentarse, porque cada uno de los tres grupos sociales y religiosos estuvo entrelazado existencialmente con los otros dos, debido a un largo período de convivencia en paz y tolerancia".

Cuando Isabel la Católica tenía apenas 13 años (1464), comenzaron las persecuciones inquisitoriales contra los conversos de Madrid, Toledo y Castilla. Luego, se produjo un juicio de expulsión de quienes habían vivido desde tiempos inmemoriales en las principales ciudades de Andalucía: Sevilla y Córdoba. Apareció fray Tomás de Torquemada, quien anuló las acciones de Roma a favor de los conversos. El fraile reorganizó los Tribunales del Santo Oficio, llevando a cabo una violenta campaña de exterminio del judaísmo. Esto creó un entorno propicio para la expulsión, algo que hoy las autoridades españolas ostensiblemente lamentan.

Referencias
Ray, Jonatán – La Frontera – Alianza Editorial, Madrid, 2006.
Cabezas, Juan Antonio. Madrid y sus judíos – Ediciones La Librería, Madrid, 2007.
Morashá, Revista – Instituto Morashá de Cultura, São Paulo – colección, 2010 a 2014.
Moreno, Luis A. García – Los judíos de la España antigua. – Rialp, Madrid, 2005.
Niskier, Arnaldo – La Ilustración judía – Altadena, Río, 2010.
Román, Fernando García – Madrid Judío – Travesías Ediciones – Casa Sefarad Israel, Madrid, 2010.

Arnaldo Niskier es miembro de la Academia Brasileña de Letras.