La tristeza y la felicidad no son dos polos opuestos, incapaces de coexistir, ya que uno no excluye al otro.

Las noticias que nos llegan sobre la pandemia, en general, y sus consecuencias para los pacientes y las muertes son aterradoras. Estamos inmensamente apenados y entristecidos. Han pasado cinco meses y el panorama sigue siendo oscuro, lo que lleva a muchos a la depresión. A la espera del sol detrás de las nubes, ¿cuál sería la recomendación judía en este período de angustia y adversidad? ¿Existe la posibilidad de momentos felices en medio de esta aflicción?

En el misticismo judío encontramos dos afirmaciones importantes: “Tan pronto como surja un mal pensamiento, aléjalo con ambas manos y libera tu mente de él” y “Pueden coexistir momentos de alegría y de desamor, pues el llanto se aloja en un lado del corazón”. corazón, y alegría en el otro” (Tanya, caps. 12 y 34).

Explicando un poco más, el ser humano se expresa de tres maneras: pensamiento, palabra y acción, a las que se les llama “vestimenta del alma”. Si bien el habla y la acción se pueden detener (puedo dejar de hablar y actuar), el pensamiento fluye constantemente y no se detiene (incluso cuando dormimos). Pero si no puedo detenerlo, puedo desviar la atención de mi mente hacia otros temas. El control mental nos permite distanciarnos de ciertos temas e ignorarlos, permitiendo así que surjan otros pensamientos.

El rey Salomón, conocido por su sabiduría, escribe: “A mayor atención, aumenta el dolor” (Eclesiastés 1:18). Porque cuando nos centramos en un tema angustioso, el dolor aumenta. Sin embargo, si desviamos nuestra atención, podemos reducir el dolor, ya que las emociones dependen del conocimiento. No centrarnos en un elemento perturbador y centrar nuestra atención en asuntos felices es la solución en estos momentos de angustia y desesperación.

Esto explica por qué los supervivientes del Holocausto, que vieron el infierno en la Tierra, o las personas que vivieron tragedias dolorosas, lograron recuperarse y reconstruir sus familias y, por otro lado, las personas que pierden su documento de identidad están angustiadas durante semanas. El control mental requiere distanciamiento, incluso ignorar ciertos pensamientos.

Ilustrando esto con una anécdota típica judía: Se dice que un hombre sabio, que caminaba por la calle, fue detenido por una muchacha, que le preguntó: “Maestro, ¿duermes con la barba encima o debajo de la manta? ”. El sabio nunca había pensado en el asunto, y dijo: “Hija mía, no sé cómo decírtelo”. A sus 80 años siempre ha dormido bien y nunca se ha preocupado por eso. Al final de la historia, estuvo tres meses sin dormir, porque cada vez que se acostaba se concentraba, observando si su barba estaba encima o debajo de la manta.

La tristeza y la felicidad no son dos polos opuestos, incapaces de coexistir, ya que uno no excluye al otro. Son diferentes expresiones que manifiestan diferentes etapas de nuestras emociones. El judaísmo –y esto lo confirma la psicología moderna– nos enseña que estas emociones pueden manifestarse simultáneamente, ya que el llanto se aloja en un lado del corazón y la alegría, en el otro.

No podemos cambiar los acontecimientos tristes que suceden, pero podemos decidir en qué queremos centrarnos. Cada uno de nosotros tenemos cuestiones que nos provocan alegría, ya sea en el ámbito familiar, profesional, social, etc. Es en ellos que debemos centrar nuestra atención, y así tendremos alegría en (parte de) nuestro corazón.

Los números no mienten, pero, de vez en cuando, podemos desconectar, desviar la atención “con ambas manos” y devolverla a temas y tareas felices, que nos aportan satisfacción. De esta manera cumpliremos el viejo dicho yiddish “Tracht gut vet zain gut– “Piensa en lo bueno y será bueno.” Que pronto veamos el sol disipar las nubes y brillar en todo su esplendor, con protección Divina, salud y felicidad para todos.

Shnat Briut veHatslacha,
Tizku leshanim Rabot!

Artículo publicado originalmente en el diario Folha de São Paulo el 25/06/2020.

Rabino Y. David Weitman, Gran Rabino de la Congregación Beit Yaacov, St. Paul, escritor y orador