En las últimas elecciones generales alemanas de septiembre, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, un partido de extrema derecha obtuvo escaños en el Bundestag, el Parlamento federal. Éste es el mayor desafío para Alemania después de 1945, evaluó el Consejo Central de los Judíos, la principal entidad comunitaria del país.

La “Alternativa para Alemania” (AfD), con su plataforma populista y xenófoba, obtuvo el 13% de los votos en las elecciones del 24 de septiembre, resultado responsable de eclipsar la victoria de la primera ministra Angela Merkel, que ganó su cuarto mandato consecutivo. Ha liderado el gobierno, con su partido CDU (centroderecha), desde 2005.

“¡Felicitaciones a nuestros aliados de AfD por su resultado histórico! Es un nuevo símbolo del despertar de los pueblos de Europa”, reaccionó Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, partido de extrema derecha en Francia. "La entrada de AfD en el Bundestag es un gran shock", dijo Pierre Moscovici, un socialista francés que ocupó el Ministerio de Asuntos Europeos entre 1997 y 2002. Pero, añadió, "la democracia en la Alemania de posguerra es fuerte".

Ronald Lauder, presidente del Congreso Judío Mundial, escribió: “Es aborrecible que el AfD, un movimiento reaccionario y vergonzoso que recuerda lo peor del pasado de Alemania y que debería ser prohibido, tenga ahora la capacidad dentro del Parlamento alemán de promover su vil plataforma."

El resultado electoral de AfD es parte del avance de la extrema derecha europea, impulsada por factores como los recientes ataques terroristas en Europa y la ola antiglobalización, ya vista con la victoria del “Brexit” en junio de 2016. La movilización de los populistas y partidos antiglobalización -la inmigración se intensificó aún más con la crisis de refugiados, con la llegada, al viejo continente, de más de 1 millón de personas huyendo de la violencia y la guerra en países como Siria e Irak.

Además de Alemania, Francia también ha sido testigo de un reciente avance de la extrema derecha. Aunque Emmanuel Macron ganó las elecciones presidenciales de mayo con el 66% de los votos, su oponente, Marine Le Pen, alcanzó el 34%, un récord histórico para su partido, el Frente Nacional.

Merkel y Macron, entre otros líderes internacionales, enfrentan desafíos históricos, cuyo objetivo es deshacer la amenaza que representan grupos basados ​​en plataformas xenófobas y antiinmigración. En los próximos años, Alemania y Francia, por ejemplo, tendrán que avanzar en ámbitos como la lucha contra el terrorismo y la absorción social y económica de refugiados, para vaciar el discurso de partidos como el AfD y el Frente Nacional. .

La economía también representa un serio desafío para Merkel y Macron. El AfD obtuvo importantes votos en regiones de la antigua Alemania Oriental, que todavía tiene tasas de desempleo más altas que en el resto del país. En Sajonia, la extrema derecha alemana superó la barrera del 25% de votos y, en Turingia, alcanzó el 22%.

La AfD surgió en 2013 con una plataforma esencialmente económica. Sus dirigentes criticaron las iniciativas gubernamentales para canalizar recursos hacia países europeos en crisis, como Grecia, Portugal y España. Merkel adoptó un programa de ayuda financiera con el principal objetivo de mantener la cohesión de la Unión Europea y consolidar el liderazgo de Berlín en el continente.

El portavoz de AfD, Bernd Lucke, afirmó entonces que su organización, apoyada por las críticas al proyecto de rescate financiero, correspondía a un "nuevo tipo de partido, que no es ni de derechas ni de izquierdas". En 2013, en las primeras elecciones federales, los opositores a la política europea de Merkel no lograron superar la barrera del 5% de los votos, el mínimo necesario para entrar en el Bundestag.

En las elecciones al Parlamento Europeo del año siguiente, el AfD avanzó con el 7% de los votos. La agenda de la campaña se basó esencialmente en poner fin a la adopción de la moneda común, el euro.

En 2015, la crisis de refugiados provocó la expansión del discurso de AfD, con la inclusión de elementos antiinmigración. La primera ministra Angela Merkel adoptó una política de “puertas abiertas”, que resultó en la llegada al país de más de 1 millón de personas.

Alemania empezó a presenciar el aumento de los discursos xenófobos a un nivel sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El AfD ocupó un espacio que antiguos grupos de extrema derecha, como el NPD, nunca habían conquistado en las últimas décadas.

Los discursos de los líderes de AfD generan extrema indignación y preocupación. Alexander Gauland, uno de los líderes más elocuentes del partido, declaró: "Si los franceses están, con razón, orgullosos de su emperador, y los británicos, de Nelson y Churchill, nosotros tenemos derecho a estar orgullosos de los soldados alemanes en dos guerras mundiales".

Los alemanes son el “único pueblo del mundo que ha erigido un monumento de la vergüenza en el corazón de su capital”, declaró, en referencia al monumento a las víctimas del Holocausto en Berlín, Bjorn Hocke, líder de la extrema derecha en Alemania. estado de Turingia. Para Hocke, del AfD, la población de Alemania presenta la “mentalidad de un pueblo totalmente derrotado”.

La AfD también critica las actuales relaciones entre Israel y Alemania. Desde la posguerra, en la década de 1950, en una estrategia diseñada por los líderes israelíes David Ben-Gurion y el alemán Konrad Adenauer, los dos países han construido importantes asociaciones en los campos político, económico y militar.

Merkel, por ejemplo, se refiere a los vínculos con Israel como una “relación bilateral especial”. Alexander Gauland cuestionó la directiva del gobierno alemán. "Si la existencia de Israel forma parte del interés nacional alemán, entonces tendríamos que estar preparados para enviar soldados alemanes a defender el Estado judío", lo que, añadió el líder de AfD, sería "problemático" y "difícil".

Gauland también reservó un discurso ofensivo para Angela Merkel, a quien llamó “dictadora”. Poco después de las elecciones, el líder de AfD defendió la creación de un comité para investigar la política migratoria del actual primer ministro. “Recuperaremos nuestro país y nuestro pueblo”, declaró Gauland.

Con 94 de los 709 escaños del Bundestag, el AfD logró, además de un resultado histórico, una importante plataforma para vociferar su radicalismo. Si el avance de la extrema derecha en Europa genera temores, en un país con un pasado trágico como Alemania, las preocupaciones son aún más intensas.

Jaime Spitzcovsky fue editor internacional y corresponsal de Folha de S. Paulo en Moscú y Beijing