Una narración del Talmud, en el tratado Eruvin-13, sobre una conversación entre el rabino Meir y el rabino Yishmael revela la importancia que los sabios judíos daban a un sofer, el escriba de los rollos sagrados.

Según los libros de Cabalá, Di-s creó las letras del alfabeto hebreo, que comienza con la letra Alef y termina con la letra Tav, y luego creó los Cielos y la Tierra. Fue a través de estas letras que Di-s creó el mundo; y, después del éxodo de Egipto, en el monte Sinaí, fue a través de las mismas cartas que habló y entregó las tablas a Moisés.

Se puede concluir, por tanto, que las letras hebreas anticiparon la creación del mundo, así como Dios las creó para crear el mundo con ellas; y también que tengan santidad, como Di-s habló a través de ellos.

Ramban escribe, en su libro Mishnaiot Yadai, (en el capítulo 2 de la Mishná 5), que las letras hebreas con las que está escrita la Torá constituyen la escritura Ashuri, que es la misma utilizada por el Todopoderoso en la Torá. La raíz de la palabra ashuri, "meushar", significa realizado, correcto o directo en hebreo. Por eso la escritura se llama Ashuri por su importancia y grandeza.

Las letras son distintas y se destacan unas de otras. Cada uno tiene su propio espaciado y no hay posibilidad de que se unan. Cada letra, además de tener su propio nombre y significado, tiene un valor numérico y significado según la forma en que se escribe.

Alef, por ejemplo, la primera letra del alfabeto, cuyo valor numérico es 1, alude al Uno, Bendito Sea, y significa Líder. Alef también significa enseñanza. La letra se dibuja de la siguiente manera: arriba la letra Yud (cuyo valor numérico es 10), y la letra Vav, formando el cuerpo (con valor 6) y otra Yud debajo (10). Esta suma equivale a 26, el valor numérico del nombre de Di-s, formando el Tetragrámaton.

Es como si estuviéramos recibiendo el siguiente mensaje: el verdadero líder (Aluf) que nos enseña el comportamiento correcto (Alef), es el líder número 1, el Primero.

Esta letra Alef, que representa al Todopoderoso tal como se manifiesta en el mundo, si se lee al revés forma la palabra Pele. Esta palabra significa escondido, maravilloso. De hecho, Di-s es tan maravilloso como está escondido en este mundo nuestro.

Al igual que Alef, todas las demás letras tienen una interpretación única. Cuando juntamos letras formamos palabras y cuando juntamos palabras formamos oraciones. La complejidad del significado que aparece ante nuestros ojos crece de manera asombrosa. Las letras hebreas se originan en el Trono Divino, lo que significa que además de la forma física existe una forma espiritual para cada una, la cual influye profundamente en la creación.

De ahí, entonces, la enorme responsabilidad de un sofer a la hora de transcribir este tipo de letras.

Detallando la escritura, dibujándola con todos sus detalles, el más suave atrae la santidad a las palabras. Pero esto sólo sucede si transmites pureza a tus intenciones y pensamientos en el acto de escribir.

A partir de estas ideas podemos responder a una pregunta frecuente. Estamos en el siglo XXI y la tecnología gráfica evoluciona cada vez más. ¿No sería, por tanto, más fácil, más seguro y más eficaz si esos textos sagrados se imprimieran, en lugar de escribirse a mano? Así estaríamos evitando posibles errores humanos y, sin duda, las letras saldrían perfectamente uniformes y quizás más bonitas que las letras hechas manualmente. Puede ser. Pero faltaría lo principal: su espiritualidad, su conexión con lo Divino y la Vida del texto.

Al escribir, el sofer inyecta un soplo de vida en cada letra y así atrae la santidad a las palabras. Una Mezuzá o un Sefer Torá se convierten así en un "texto animado", dotado de vida. Porque así como Dios sopló vida en nosotros, un sofer "insufla" vida en las letras a través de una concentración y atención únicas en el momento de su trabajo.

El escriba debe mantener su pensamiento completamente centrado en el texto y, antes de escribir, debe pronunciar en voz alta todas las palabras, así como el nombre de Di-s, cada vez que aparece. Además, también debes pedir que el Nombre de Di-s se manifieste en el mundo a través de los Tefilín, la Mezuzá o el Sefer Torá. Esta transmisión de santidad y vida a las letras sólo puede ser introducida por un ser humano. Ninguna máquina o impresora tiene este poder.

El rabino Yosef Caro, autor del Shulján Aruj (código de leyes judías), le dijo al rabino Jaim Vital, el cabalista, en nombre del Maguid, que la mitad del mundo sobrevive gracias al padre de rabino Jaim, quien escribió los rollos de Tefilín con los pensamientos. adecuado a la tarea.

Esta debe ser la razón por la cual Rabí Yishmael, como dijimos al inicio de este artículo, advirtió a Rabí Meir sobre el cuidado con la escritura. De lo contrario, si no estuviera destruyendo este mundo, ¿a qué mundo se estaría refiriendo Rabí Yishmael?

Supuestamente "a todos los mundos", respondió. Desde el mundo material hasta el más elevado de los mundos espirituales, porque al combinar las letras de manera incorrecta, omitiendo o agregando algunas, estarías evocando y atrayendo la manifestación Divina de manera inadecuada.

Continuamos nuestro análisis. El Talmud Menajot contiene el siguiente extracto: "Cuando Moshé Rabenu subió a recibir la Torá, encontró a Di-s sentado, como un sofá, dibujando algunas coronas (taguin) en las letras de la Torá. Entonces Moshé dijo:

– 'Maestro del Universo, ¿qué impide todavía la entrega de la Torá al pueblo?'
Y Di-s respondió:
– 'Un día aparecerá un hombre, dentro de algunas generaciones, y su nombre será Akiva Ben Yossef. Cada una de estas coronas le dará origen a interpretar miles y miles de leyes.'

Después de todo, ¿qué significa este diálogo entre Di-s y Moisés? Quien recibió la Torá no entendió para qué servían estos adornos en las letras. ¿Por qué Di-s todavía respondió que sería Rabí Akiva quien les daría el debido uso?

La explicación es la siguiente: cada letra tiene, como ya hemos visto, varios significados, interpretaciones y leyes. Para extraer su verdadero significado es necesario que exista una afinidad exacta. A través de los taguin, las coronas diseñadas por Di-s, es posible revelar y aclarar el significado del texto. Es como si ajustamos las antenas de un dispositivo receptor para obtener una mejor imagen o un sonido más claro.
Moisés no entendía la necesidad de añadir coronas a las letras, ya que era capaz de comprender todas las formas de interpretación, desde las más simples hasta las más complejas. De allí extrajo la enseñanza y la ley sin necesidad de "antena".

Por tener una visión directa, pura y cristalina, Moshé no entendió la necesidad de la inclusión de las coronas y, en consecuencia, la demora en la entrega de la Torá, ya que estaba toda escrita. Por otro lado, Rabí Akiva sólo pudo ver más claramente la voluntad de Di-s usando las coronas como una "antena".

En el Tikunei Zohar se afirma que las letras se comparan con el cuerpo; la puntuación a nefesh, alma vital; del taguin al rúach, espíritu; y la melodía de la Torá, a la neshamá, alma.

Rabí Isaac Luria, el gran Cabalista, escribió que en el tiempo previo a la venida del Mashíaj, en el que la comprensión y captura de la Palabra y la Voluntad Divinas serán mucho más complicadas, el trabajo del sofer debe ser aún más cauteloso. Se necesitará mucha precisión en el taguin para facilitar el flujo de la Voluntad Divina en las palabras.

Las leyes del Sefer Torá, Tefilín y Mezuzá

Si nos adentramos en el cuerpo halájico respecto a estas leyes, también encontraremos conceptos muy interesantes.

Una de las leyes se refiere a la pintura que utiliza el sofer. Debe proceder de productos minerales o vegetales. Sin embargo, la mejor pintura es la que se extrae íntegramente de la madera de los árboles. La Cabalá (Zohar Parashat Teruma) explica la importancia de aprovechar al máximo la madera, por dentro y por fuera. El arca donde se coloca la Torá está revestida de madera. La tinta con la que se escribe el pergamino también procede de la madera. Esta analogía nos retrotrae a los seres humanos, que pueden florecer como árboles o pudrirse como madera mal tratada.

Otra ley interesante presente en estos textos hace referencia al Sirtut: el trazado de líneas antes de escribir las letras, dejando una marca para alinear las palabras. Esta ley parece extraña, pues establece que aunque las palabras estén rectas y en la posición correcta, si las líneas no fueron trazadas previamente, la escritura no es válida. La ley también destaca la imposibilidad de rastrearlos después de escritos.

La razón principal de esto se encuentra en el libro Kedushat Levi. Este concepto de líneas también se encuentra en la cara y las manos de un ser humano. Estos traen consigo la identidad del ser humano, diferenciándonos a cada uno de nosotros. Lo mismo ocurre en las Divinas Escrituras, cuyas huellas revelan la esencia del Todopoderoso, su ser más íntimo.

Al besar una Mezuzá o un Sefer Torá, apoyamos nuestra mano sobre el objeto sagrado y luego la acercamos a nuestro rostro para besarlo. Este gesto conecta íntimamente nuestra identidad, que se revela en los rasgos de nuestras manos y rostro, con la identidad Divina. Así podremos asumir nuestro yugo Divino.

Por esta y otras innumerables razones, es necesario cuidar una serie de detalles respecto a los objetos sagrados. Su mantenimiento debe ser constante y es necesaria una supervisión rabínica periódica siempre que sea posible para mantenerlos sagrados. Factores externos como el exceso de humedad o calor pueden eventualmente dañar un pergamino, por lo que se recomienda revisar las Mezuzot en intervalos no mayores a tres años y medio, sin embargo, lo ideal sería revisarlas cada año.

Teniendo en cuenta todos los conceptos anteriores, destacamos también la parte práctica que estos objetos aportan a nuestra vida, funcionando como guardianes de nuestras identidades. Por tanto, no cabe duda de que debemos estar seguros de su procedencia y estar seguros de que el lugar donde fueron adquiridos merece total confianza.

Intentamos demostrar en este artículo, en general, el denominador común entre Sefer Torá, Tefilín y Mezuzot: su escritura, Sofrut. No cabe duda de que cabrían varios artículos más para cada uno de estos objetos sagrados, para que podamos comprender y aprender un poco más sobre sus importantes particularidades.

Rabino Víctor Cohen