Estudios recientes en el campo de la genética han confirmado que los judíos de varias comunidades de la diáspora preservaron su identidad genética durante el exilio. A pesar de la separación geográfica durante casi dos mil años, las comunidades judías distantes comparten un perfil genético casi idéntico.
Esta investigación confirma una ascendencia común y un origen geográfico común para los judíos de todo el mundo. También confirma que las comunidades judías permanecieron relativamente aisladas de las poblaciones vecinas no judías.
La antropología genética judía tiene como objetivo rastrear la historia de las poblaciones judías y resolver el debate sobre los orígenes y las migraciones de las comunidades de la diáspora. Utiliza el análisis del cromosoma Y, que pasa sin cambios de padre a hijo varón, y del ADN mitocondrial, que pasa sin cambios de madre a hijo o hija.
La investigación pretende comprobar si los judíos contemporáneos pueden ser considerados descendientes de los antiguos hebreos de la Biblia, y si su herencia genética ancestral acabó diluyéndose a causa de las conversiones y los matrimonios mixtos.
Se estudiaron 29 poblaciones, 7 de ellas judías, agrupadas en cinco grupos mayores: judíos, poblaciones no judías de Oriente Medio, europeos, norteafricanos y africanos.
Los resultados indicaron que los judíos, separados durante siglos en Europa, Oriente Medio, el norte de África y la Península Arábiga, tienen una gran similitud genética, compartiendo un origen geográfico común.
Las comunidades judías están genéticamente más cercanas a otras poblaciones semíticas de Oriente Medio (palestinos, sirios y drusos, por ejemplo) que a las poblaciones vecinas no judías.
Respecto a los judíos asquenazíes, se debatió si descendían de los kusari, una población turco-asiática que se convirtió en masa al judaísmo en el siglo XIX. VIII, o de etnias eslavas originarias de los Balcanes, que también se habrían convertido al judaísmo. Estas teorías fueron fácilmente refutadas por los resultados de los análisis genéticos, que demostraron que entre las poblaciones Ashkenazim, separadas hace 1200 años y que viven en Europa Central y Oriental, tienen la misma herencia genética que otras comunidades judías y grupos de origen semítico en Medio Oriente.
Los resultados de la investigación corroboran la tradición judía. Después de vivir 1.000 años en la tierra de Israel, los judíos se dispersaron y se exiliaron. Algunas comunidades de la diáspora permanecieron estables durante 2.000 años, como las de Babilonia (Irak) y Persia (Irán). Otros surgieron siglos después, tras sucesivas migraciones a Europa y el norte de África.
En el exilio, las comunidades se mantuvieron fieles a sus costumbres y tradiciones, permaneciendo culturalmente aisladas.
Estos estudios dan testimonio de la fidelidad familiar de los judíos. ¡Estos representan la única población humana que ha logrado preservar su identidad genética durante más de 100 generaciones!
Otro capítulo de la antropología genética judía estudia a los Cohanim. Según la tradición, los Cohanim son descendientes directos de Aarón, hermano de Moshé. Representan a la familia de los sacerdotes y son miembros de la tribu de Leví. Son responsables de los servicios del Templo.
La transmisión del título de Cohen es patrilineal, transmitida de padre a hijo, sin interrupción, durante 3.300 años, o más de cien generaciones.
Se utilizó el análisis de ADN para ver si era posible demostrar que esta línea se mantuvo desde el Sinaí durante el largo exilio.
La hipótesis era que si los Cohanim descienden de un solo hombre, deben tener marcadores genéticos comunes, los de su antepasado, Aarón. Los marcadores genéticos, o alotipos, son pequeñas mutaciones que ocurren en porciones no codificantes del ADN. Por tanto, no están sujetos a la selección natural y tienden a persistir y transmitirse.
Bastaría identificar un marcador genético en el cromosoma Y y ver si se encuentra con más frecuencia entre los Cohanim que entre el resto de la población judía. Los resultados de esta investigación fueron significativos, encontrando un marcador particular (YAP) detectado en el 98% de los Cohanim y en una proporción mucho menor en el resto de la población. Posteriormente, se amplió la selección de marcadores del cromosoma Y y se encontraron seis marcadores específicos en 97 de los 106 Cohanim analizados. Este conjunto de marcadores se denomina haplotipo modal de Cohen (CMH) y representa la firma genética de la familia sacerdotal. Se encuentra tanto entre los asquenazíes como entre los sefardíes. Y el cálculo de fechas basado en la variación de las mutaciones nos remonta 106 generaciones, o 3.300 años, precisamente al momento de la salida de Egipto.
El profesor Hammer presentó y confirmó estos datos en la reciente Conferencia sobre el Genoma Judío en Israel.
Una vez más, la alta incidencia de similitud genética entre los Cohanim confirma la lealtad familiar de los judíos, porque incluso una baja incidencia de infidelidad alteraría drásticamente estos datos.
La investigación de antropología genética puede resultar útil en la búsqueda de las diez tribus perdidas. Si eres Cohen y estás interesado en participar en estas investigaciones contacta al: "Centro de Cohanim"
3, Rehov Ha Mecubalim.
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Bibliografía:
Revista Time, 3 de julio de 2000
Revista Exame. Ed. 715 - 31 de mayo de 2000
Folha de São Paulo - 27 de junio de 2000
Revista Veja - 5 de julio de 2000
"Mensajes del genoma", Arthur Cody
"Genes judíos", rabino Yakov Kleiman
"La conexión del ADN de los Cohanim", Internet