Desde que Theodor Herzl planteó, en “El Estado judío” (1896), el dilema entre establecer un Estado en Argentina o Eretz Israel, la tierra de Jorge Luis Borges se ha convertido en el centro de atención. En este contexto, la obra de Alberto Guerchunoff, Los Gauchos Judíos (La Plata, 1910), devela la epopeya de la colonización judía en tierras argentinas.
El proceso de aculturación de los judíos en América Latina se inició a finales del siglo XIX y principios del XX. Argentina y Brasil tuvieron realidades similares, teniendo sus raíces en la colonización agrícola. Con la compra de terrenos a través de la acción filantrópica del Barón Maurício Hirsch y el Asociación de Colonización Judía (JCA), comenzaron a surgir colonias con capacidad de trabajo y alta productividad, muchas de ellas con infraestructura para albergar a numerosas familias, provenientes de las más diversas partes de Europa.
Después de la independencia de Argentina, en julio de 1816, este país se convirtió en un objetivo de inmigración, especialmente después del fin del Tribunal de la Inquisición. Así, poco a poco, huyendo de pogromos y las dificultades económicas que aquejaban a las comunidades asquenazíes, los judíos comenzaron a establecerse en Argentina. De hecho, la presencia judía se remonta a esos años y, con el tiempo, mantuvo un núcleo poblacional considerable, organizando la "Congregación Israelí de Buenos Aires" (1862) con judíos alemanes, franceses, ingleses y sefardíes.
Procedentes de Europa, especialmente de Besarabia, Rusia y Polonia, este grupo de judíos hablaba yiddish, mientras que otro procedente de la cuenca mediterránea, el norte de África, la Península Ibérica y Oriente Medio –el grupo sefardí– hablaba ladino. A pesar de ser los judíos un elemento urbano, la colonización agrícola argentina logró revelar un grupo definido que podemos identificar como Los gauchos judíos.
Sin embargo, la mayor ola de inmigración, procedente de shtetels (pueblos judíos en Europa del Este), comenzó en la década de 80, como resultado de las dificultades económicas experimentadas por los judíos en "Zona de asentamiento" (vivienda legalmente permitida para judíos) de la Rusia zarista.
Los judíos de Europa occidental, conscientes de lo que les estaba sucediendo a sus correligionarios en Rusia, se movilizaron para encontrar soluciones que facilitaran el traslado de sus hermanos a países con escasa población y que requerían mano de obra colonizadora. En 1881-1882, Argentina mostró interés en recibir inmigrantes judíos, y su gobierno nombró ese año un agente en Europa con este propósito: establecer contactos con funcionarios del gobierno ruso para recibir a esta población, al amparo de las leyes argentinas.
Los incidentes antisemitas de 1881-1882 en la Rusia zarista, una rama de las Leyes de Mayo, impulsó el trabajo de los agentes migratorios argentinos, quienes, a su vez, recibieron apoyo de instituciones judías como la “Alianza Israelita Universal”." (AIU), fundada en 1860. En aquella época, la AIU ya había desempeñado un papel destacado en la organización de la inmigración de judíos soviéticos hacia Estados Unidos y la Palestina turco-otomana, fomentando la formación de centros de inmigración en Argentina, que de hecho surgieron a ocurrir en 1884. Poco después, en 1889, ocho familias judías llegaron a la provincia de Santa Fé para establecerse en Monigores Vieja., que luego se convertiría en la colonia Moisés Ville, fundada por la “Asociación Judía de Colonización”.
“JCA” Y EL BARÓN HIRSCH
A finales de 1889, el representante del barón Hirsch en Argentina, el científico judío alemán Wilhelm Loewenthal, debatió un proyecto de colonización judía con el presidente del país, Carlos Pellegrini, y también con propietarios privados, negociando la compra de aproximadamente 3.250.000 hectáreas. Loewenthal creó este proyecto con el objetivo de organizar la inmigración anual de 5 judíos de Rusia.
Esta colonización no sólo debía asumir un carácter filantrópico, sino que pretendía asegurar la independencia económica de los colonos a través del trabajo agrícola. La JCA filantrópica no sólo crearía colonias, sino que fomentaría una mejora en las condiciones materiales de los judíos.
Los planes de la JCA y del barón Maurício Hirsch para Argentina eran descabellados y era necesario adaptarlos a proporciones más modestas. Así, sólo se fundaron cinco colonias judías en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fé, sobre una superficie de 200.619 hectáreas, asentándose 6.757 colonos con sus familias, en un total de 910 fincas. Éste fue el balance de la mayor empresa colonizadora jamás realizada en la Argentina hasta 1896, año en que Alberto Guerchunoff abandonó Entre Ríos para iniciar en Buenos Aires su prometedora carrera como escritor.
El gobierno ruso autorizó el funcionamiento de un Comité Central de la JCA en San Petersburgo, con sucursales en las provincias. Por su parte, el gobierno argentino reconoció a la JCA como una asociación civil con fines filantrópicos. Uma saída desordenada de massas, sem o devido preparo para encaminhá-las a trabalhos produtivos fez Maurício Hirsch publicar uma circular pedindo que judeus interessados em emigrar se inscrevessem nos devidos comitês, advertindo que não arcaria com a responsabilidade sobre aqueles que se aventurassem a emigrar por cuenta propia.
El proyecto colonizador de Wilhelm Loewenthal fue aceptado por el barón Hirsch, quien, en ese momento, decidió enviar una comisión para evaluar los resultados obtenidos. En 1890 la comisión llegó a Moisés Ville y allí encontró 68 familias judías emigradas, que ocupaban 4.350 hectáreas de terreno. fue organizado “Sociedad Cooperativa de Agricultores de Moisés Ciudad”, sus miembros recibieron el primer apoyo financiero del barón Hirsch. En el informe de la comisión que describe la situación de la colonia, se afirma que "Los judíos rusos son inteligentes y, con su comprensión, aprenden en poco tiempo, intentando ser autosuficientes lo más rápido posible..
En 1894 llegaron los primeros grupos de nueva inmigración judía rusa, principalmente de zonas rurales, con experiencia agrícola. Así, ese mismo año llegaron 286 judíos para fundar la Colonia Lucien-Ville, en Basavilbaso, provincia de Entre Ríos. Con estas familias también estuvo un representante de los judíos de Lituania que se radicarían en la colonia de Moisés Ville. Su nombre era Noach Kaciovich y había sido designado para asumir una posición de liderazgo en el fomento de ese movimiento entre los judíos rusos.
Con este objetivo, Kaciovich viajó varias veces a Europa, logrando traer colonos judíos para trabajos agrícolas, estableciendo una colonia de 91 familias en la región de Moisés Ville en 1896 y 250 familias en 1902. Mientras tanto, con ayuda directa de la JCA , se fundaron colonias en varias regiones de Argentina. Hasta 1925, la JCA continuó creando colonias y desarrollando una gran labor social que le permitió fundar una red de escuelas judías para los hijos de los colonos, con bibliotecas, sinagogas y organizaciones juveniles, permitiéndoles mantener actividades culturales diarias en yiddish y español.
La agricultura era la principal actividad económica de los colonos, pero para ganarse la vida, muchos trabajaban para los agricultores argentinos, ya fuera trabajando la tierra o especializándose en fábricas.
Las colonias agrícolas judías en Argentina fueron planificadas en unidades familiares que variaban entre 30 y 100 hectáreas, según su ubicación, composición humana y tipo de cultivo. El éxito del trabajo se debió a la adopción del cooperativismo, introducido desde el inicio de la colonización, a partir de “Sociedad Agrícola Lucien-Ville”, fundada en 1904, y “La Mutua Agrícola” de Moisés Ville, fundada en 1908, entre otras. Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, el número de judíos en las colonias argentinas llegaba a los 1. En aquel momento, la superficie de terreno adquirida por JCA superaba las 7.000 hectáreas.
En 1925, el “Fraternidad Agraria”, agrupando a 23 cooperativas agrícolas de colonias judías argentinas, y no es de extrañar que 10 años después, en más de 20 colonias JCA, se cultivaran aproximadamente 650.000 hectáreas, lo que representa el 2% del total de tierras cultivadas en el territorio nacional. Así, la colonización judía logró sobrevivir, a pesar de la atracción que ejercía la vida urbana. Naturalmente, hubo casos de abandono del campo, lugar que requería sacrificios, como vimos en “Los gauchos judíos”.
El aporte judío a la Argentina fue significativo, pues además de manifestarse en la organización cooperativa, introdujo cultivos hasta entonces desconocidos en el país, como el girasol y la alfalfa, cultivados a gran escala. Las cooperativas también introdujeron la industrialización de productos como la mantequilla, la cuajada, el queso y los derivados lácteos, siempre apoyadas por el apoyo financiero de instituciones emergentes, entre ellas la “Banco Comercial Israelí”.
LA VOZ DE GUERCHUNOFF
Los Gauchos Judios Fue la primera gran expresión literaria de la epopeya rural judía. Escrita en 1910, esta obra de Guerchunoff no sólo celebró el centenario de la independencia argentina, sino que también inauguró un nuevo género literario sobre la colonización en tierras latinoamericanas. El Nuevo Mundo siempre ha sido visto por los cronistas como un espacio peculiar, un "fuera de lugar" donde sería posible empezar de nuevo la vida lejos de la persecución. No es casualidad que entre 1824 y 1924 surgiera una enorme ola migratoria transatlántica, un éxodo de 52 millones de personas llegadas del Viejo Mundo, el 93% de las cuales se dirigió a las Américas: el 72% a América del Norte y el 21% a América Latina. Seguramente Guerchunoff optó por situar su obra en la provincia de Entre Ríos, pues allí pretendía reconstruir un espíritu telúrico, describiendo la influencia de la tierra en el carácter y costumbres de los habitantes. Era una manera de rescatar al volkgeist Argentino de las fincas donde trabajaron duro los colonos de la JCA. De esta manera, el autor pretende integrar su obra en la narrativa nacional, demostrando que el inmigrante judío también podría absorber la "espíritu criollo1". Evidentemente, hasta 1910, ninguna de las oleadas migratorias de españoles, italianos, alemanes o ingleses había concebido un narrador tan empeñado en fusionar la identidad judía con los valores y símbolos patrios argentinos.
En el prólogo de Los Gauchos Judios se elogia a Alberto Guerchunoff como uno de los escritores que tiene el “don” de descubrir la belleza oculta de temas simples y familiares. Se destaca que los pobladores judíos aprendieron a hacer sus primeros surcos, asimilando rápidamente al espíritu rural de la criollo. Esta asimilación de los judíos efectivamente se produjo, e incluso algunos abandonaron parte de sus costumbres, adoptando trajes típicos y absorbiendo del entorno una libertad y autonomía que caracterizan el perfil del campesino argentino.
Las 24 historias que constituyen Los Gauchos Judios Giran en torno al elemento que organiza la propia narrativa: el espíritu de la tierra de Entre Ríos. Guerchunoff consigue transformar los campos de su infancia en la colonia Rajil en valles montañosos recortados de paisajes bíblicos. La Tierra Prometida de Guerchunoff es la ansiada Sion, reencontrada en la pampa argentina. En rigor, el autor desarrolló esta alegoría precisamente en la época en que el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) atribuía a la Argentina el carácter sagrado de una Tierra Prometida. Darío escribe en “Siónida en el Nuevo Mundo”, uno de los 1.001 versos de la obra “Cantándole a Argentina” (1910), texto que inspiró a Guerchunoff:
¡Canta Judía a la Pampa! ¡Cantad judíos a la Pampa!
Mocetones estampado rudo, Jóvenes de apariencia ruda,
dulce Rebecas con los ojos abiertos, dulce Rebeca de ojos sinceros,
Rubens de Largas Guedejas. Rubens con mechones largos.
Patriarcas con pelo blanco Patriarcas de pelo blanco,
y espesas como crines ecuestres. espesas como crines de caballo.
Canta, canta saras viejas Canta, canta la vieja Saras
y adolescentes benjamines y los Benjamins adolescentes
con la voz de nuestro corazón: con la voz de nuestro corazón:
¡¡Hemos encontrado SIÓN! ¡Encontramos SION!
El talento de Guerchunoff le hizo reencontrarse con Sion en su querido Entre Ríos. Seguramente Guerchunoff, de 5 años, ya habría oído hablar de esta Tierra Prometida a su padre. en el “Gauchos judíos” Trabajarían la tierra como los judíos bíblicos. Su autobiografía, escrita en 1914 y publicada Post-mortem, en 1950, describe la atmósfera pastoral tomada de la Torá:
“Por la mañana, en los claros, cálidos y dulces amaneceres; Mañanas bíblicas en el campo argentino, judíos de largas barbas se inclinan sobre la tierra intacta, con sus palas redondas y sus rastrillos... Había en esto algo de ese ritual místico, de la seriedad con la que realizaban sus sencillas tareas”.
En cada uno de los 24 informes de “Los Gauchos Judíos“Los conflictos desaparecen, ya que lo más importante es resaltar que, al arar el campo argentino, Abraham, Jacob y Moisés se convirtieron en hombres libres. Guerchunoff fue el primero de los escritores naturalizados que crearon una identidad cívica duradera en llamar a sus correligionarios campesinos: Gauchos judíos. Hasta entonces, el término gauchos judíos Parecía una contradicción impensable en el discurso nacionalista argentino. Desde sus inicios, este nombre ha sido recibido como la síntesis del perfil de dos espíritus: Gaucho ou criollo (autóctono) y judío (inmigrante). Fue una mezcla embrionaria de tierra argentina y fundamentos bíblicos.
Para Guerchunoff, las tradiciones antiguas son sinónimo de tradiciones bíblicas, un modelo aceptado tanto por cristianos como por judíos. Una vez incluso dijo: "lo admiro mucho gauchos como los antiguos hebreos. Buscando legitimar a sus personajes en el idioma español antiguo, “Los Gauchos Judíos” guarda reminiscencias del lenguaje cervantino, utilizando arcaísmos, sintaxis propia y un sofisticado juego de palabras con ornamentación estilística.
La mención de filósofos y poetas de "Edad de oro de los judíos" en Al-Andalus, personajes destacados como Maimónides (1135-1204), el rabino Yehuda Halevi (1075-1141) y SemTob Carrión, fue otro de los recursos utilizados por Guerchunoff para recrear sus personajes. El ejemplo más claro es la historia. “El viejo colono”, una oda a Gaucho Judío. Del informe surge una nueva Identidad judío-gauchá que no oculta sus orígenes, pero que revela su deseo de borrar todo rastro de Galut a favor del orgullo de ser argentino. El extracto dice:
“En Rajil mi espíritu se apoderó de las leyendas regionales. En esa naturaleza incomparable, bajo ese cielo único, en la amplia tranquilidad de la pradera surcada por los ríos; mi existencia estuvo llena de fervor, [un fervor] que borró mis orígenes y me hizo argentino”.
GUERCHUNOFF DURANTE LA SEGUNDA GUERRA
A pesar de ser un escritor prolífico, en el imaginario literario de los argentinos Guerchunoff es autor de un solo libro: Los Gauchos Judíos. Incluso con el éxito literario garantizado, no solicitó la reedición de su obra. Es posible que hubiera razones suficientes para explicar este desinterés: el ascenso del nazismo y el inicio de la Segunda Guerra Mundial debilitaron sus convicciones literarias, dedicándose a un periodismo comprometido con la causa de su pueblo. Silenciando a sus amigos fascistas, Guerchunoff luchó contra el nazismo no sólo como un liberal argentino comprometido con los aliados, sino principalmente a través de su abrumadora dignidad judía.
En junio de 1940, Guerchunoff rechazó los homenajes ofrecidos por el periódico. “La Nación” para celebrar los 30 años de la 1ª edición de Los Gauchos Judíos. En medio de la conquista de Europa por Hitler, argumentó que "En las circunstancias en las que vivimos -los peligros inminentes que amenazan hoy a la civilización- se prohíbe todo tipo de homenajes personales. El escritor se disculpa diciendo que "Actualmente hay que cuidar lo que interesa a la comunidad argentina, lo que aqueja la conciencia del mundo.
En el periodico “Argentina Libre”, que exigía al gobierno abandonar su postura neutral, Alberto Guerchunoff publicó artículos denunciando los crímenes perpetrados por Alemania contra el pueblo judío. Esta serie de artículos aumentó en vísperas del inicio de la ejecución de la “Solución Final”, en enero de 1942. En ese momento, escribió cuatro artículos denunciando la masacre nazi: "METROás de 1.000.000 de judíos” (2 / 7 / 1942) “Exterminio de judíos” (03 / 7 / 1942) “Asesinato de judíos” (10/7/42) y “Los culpables del gran crimen” (24 / 7 / 42).
En diciembre de 1942, a pedido de la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), Guerchunoff elaboró un cartel titulado “Al Pueblo Argentino”, denunciando el exterminio sistemático de los judíos. Su pluma continuaría combatiendo las atrocidades de Alemania hasta su capitulación en 1945.
Guerchunoff condenó además la proyección de documentales y exposiciones que retratan las brutales masacres de Auschwitz. En aquella ocasión, en un artículo titulado “El crematorio nazi en los cines de Buenos Aires”, declaró: “No tengo la intención de verificar los horrores registrados por los dispositivos fotográficos, ni necesito presenciar el desfile de efectos que parecen medir la barbarie nazi... Son las multitudes no judías las que están obligadas a presenciar estas exhibiciones, penetrar en sus significados, estudiar las causas que llevaron a una organización [nazi] a tal bestialidad, y en qué medida contribuyó (o no) al antisemitismo activo o latente, con su sorda indiferencia o con su consentimiento tácito a esta perfecta muerte judía. industria... Este horroroso acontecimiento del que el mundo entero fue cómplice, también generó su propia agonía... La exclusión de los judíos, practicada incluso en países que carecen de una política discriminatoria, de manera encubierta e hipócrita como en el nuestro [Argentina] , deja claro que en varios sectores es importante preparar un ambiente que oculte las atrocidades de los campos de concentración”.
La indiferencia y complicidad de la “inteligencia” latinoamericana frente al Holocausto afectó profundamente a Guerchunoff. Tras la caída del Tercer Reich, denunció lo que llamó el “fantasma del Cuarto Reich”. Una vez derrotado el nazismo, temía que el nacionalismo exacerbado, combinado con el cáncer del antisemitismo, incursionara en territorio argentino. Grande fue también su decepción ante la actitud hostil del mundo libre hacia la causa sionista en la Palestina británica. Por ello, se movilizó como sionista, decidido a defender la existencia del Estado de Israel en los foros latinoamericanos.
EL SIONISMO DE GUERCHUNOFF
Entre 1946 y 1948, Guerchunoff fue editor de “Jalda”, el boletín de la “Agencia Judía Pro-Palestina”. Así, a pocos días de la convocatoria de la Asamblea de las Naciones Unidas para discutir el “Partición de Palestina” (29/11/1947), recurrió a sus amigos e intelectuales más cercanos para apoyar la partición y la creación de un Estado judío.
Una vez admirada, Gran Bretaña indignó a Guerchunoff, básicamente adoptando una nefasta política de Libros blancos que impuso cuotas migratorias a los sobrevivientes del Holocausto interesados en ingresar ilegalmente a lo que entonces era Palestina. Pero Guerchunoff también estaba enojado por la represión colonialista británica contra los buscados “terroristas sionistas” (partidarios del revisionismo de Zeev Jabotinsky), que luchaban por un Estado judío.
El escritor judío sobre la colonización criticó a los burócratas británicos responsables de las colonias británicas. Hombres como Ramsay MacDonald y Clement Attlee olvidaron que los judíos lucharon por las naciones aliadas y las potencias aliadas no sintieron la obligación de cumplir las promesas hechas a los judíos. Esta fue, sin duda, una clara alusión al contenido de la “Declaración Balfour", quien, desde el 2/11/1917, apoyó el establecimiento de un “Hogar Nacional Judío” en Palestina.
Durante 1946-1950, Guerchunoff informó al público sobre la actividad sionista en Eretz Israel. Habló de la lucha incansable de ishuv por la liberación de los británicos, la búsqueda de amigos en la ONU a favor de la proclamación del Estado, el inicio de la Guerra de Independencia y la victoria del Estado judío contra los países árabes. Algunas de estas páginas fueron compiladas en “El piano y la palmera”, revelando su fervor sionista.
En los últimos años de su vida, Guerchunoff inició una obra monumental que podría dar testimonio del Holocausto. Su proyecto tuvo dos partes: la primera, llamada "Estrella de David", sería una crónica de Shoá entre junio de 1938 y abril de 1946; y el segundo, titulado "Israel", narraría los años decisivos del joven país desde mayo de 1946 hasta diciembre de 1949. Lamentablemente, su repentina muerte el 2 de marzo de 1950 interrumpió el ambicioso proyecto.
ULTIMAS PALABRAS
Los Gauchos Judios de Guerchunoff es un “salmo” compuesto por 24 relatos elogiosos sobre la integración y aporte de los inmigrantes judíos a la cultura argentina. La obra narra episodios de la vida agrícola judía en la “pampa argentina”. Son textos breves inspirados en recuerdos de la infancia y adolescencia del autor.
Guerchunoff escribió en español su primer trabajo sobre la actividad judía en el Nuevo Mundo. La construcción de esta epopeya en Argentina, considerada la “Tierra Prometida”, es un grito de optimismo, una lectura obligada que nos lleva a situaciones constructivas de progreso y civilización.
cuando se escribe Los Gauchos Judíos, Alberto Guerchunoff se distancia de los conflictos antisemitas que surgieron en la Argentina de los años 1930. Su libro ocupa el puesto 35 entre las 100 mejores obras de la literatura judía, ranking establecido por el Centro Nacional del Libro Yiddish, en EUA.
1 criollo – desde criollo - En la América española, criollo, por lo general, designa a una persona de ascendencia europea que nació en América. Los hijos de grandes aristócratas europeos -especialmente españoles- que tenían hijos nacidos en tierras americanas llamaban a sus hijos criollo. En Argentina, el término se utiliza para referirse a los descendientes de antiguos colonizadores españoles que
Referencias
Avni, H., Argentina, Tierra de Promisión. El proyecto del Barón Hirsch en la República Argentina (hebreo), Editorial Magnes, Universidad Hebrea de Jerusalén, 1975, esp. páginas. 287-308.
Avni, H., Argentina y la historia de la inmigración judía: 1810-1950, Editorial Magnes, AMIA – Comunidad de Buenos Aires, 1983, esp. Capítulo 3.
Avni, H., La agricultura judía en Argentina ¿Éxito o fracaso?, Desarrollo Económico, Vol. 22, Nº 88 (enero-marzo), 1983, pp. 535-548.
Gerchunoff, A., Los gauchos judíos, prólogo de Martiniano de Leguizamón, La Plata 1910. (Se publicaron otras ediciones en 1950, 1957, 1964, 1968, 1975, 1981, todas con prólogos de destacados escritores).
Senkman, Leonardo, La identidad judía en la literatura argentina, Ediciones Pardes, Buenos Aires, 1983, capítulos 1 y 2.
Senkman, Leonardo, Cultura argentina e identidad judía, en: Judith Laikin Elkin y Gilbert W. Merkx (eds.), The Jewish Presence in Latin America, Boston, 1987, págs. 259-260.
Profe. Reuven Faingold es historiador y educador; Doctorado en Historia e Historia Judía por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Es miembro fundador de la “Sociedad Genealógica Judía” en Brasil y, desde 1984, miembro del “Congreso Mundial de Ciencias Judías” en Jerusalén. Actualmente, es responsable de los proyectos educativos del “Memorial da Immigração Judaica” en São Paulo. viven en el interior del país.