El judaísmo es un código legal extremadamente complejo, en el que muchos de sus preceptos son incomprensibles para la mente humana y otros requieren un gran esfuerzo intelectual para comenzar a comprenderlos.
Sigamos un precepto que todos conocen, algunos cumplen y otros intentan aprender más: el Shabat.
¿Qué hace que este día sea tan comentado y estudiado, con una gran cantidad de libros que analizan sus leyes? ¿No debería ser, después de todo, un simple día de descanso? ¿No sería más fácil subirse al coche, ir a la playa y tumbarse en una colchoneta disfrutando del sonido de un Walkman?
La observancia de las leyes de la Torá no es una privación de placer, pero es un placer aún mayor actuar con convicción, pensando en el propósito de todo lo que hacemos.
En general, las sociedades utilizan la repetición de eventos naturales para organizarse en el tiempo. Los calendarios tienen esta función y utilizan como referencia estos eventos, como la posición de la luna, las estrellas, el sol e incluso el comportamiento de los animales, que se repiten, en determinadas frecuencias. Así, aproximadamente, cada 365 días y cuarto tenemos el primer día de invierno, cada 29 y medio, una luna nueva, etcétera…
Por ejemplo, el calendario gregoriano, que se basa en la posición de la Tierra con respecto al Sol, el calendario musulmán, basado en la posición del sol con respecto a la luna (calendario lunar), y el calendario chino y judío, basado en los ciclos solar y lunar. Por tanto, los días, meses y años, independientemente de la cultura, se basan en la posición de una estrella con relación a otra en el sistema solar.
Lo interesante es el análisis de la semana. No hay absolutamente ninguna indicación física en el universo de que se repita un período de siete días. Sin embargo, todas las civilizaciones del mundo adoptan este intervalo como división en su calendario y principal referencia para organizar sus tareas.
Para explicar este fenómeno sería necesario ir más allá del límite de la materia. Este intervalo existe como resultado de factores que ocurren cada siete días, teniendo un carácter espiritual. Se entiende por acontecimientos espirituales aquellos acontecimientos que no son perceptibles para los cinco sentidos humanos. Un ejemplo de esto sería el pensamiento: no podemos verlo, oírlo, tocarlo, olerlo ni saborearlo.
La referencia aquí es, por supuesto, al Shabat. De hecho, cada viernes, a partir del atardecer, a cada judío se le presenta una ampliación de su ser; A nuestra esencia se le añade una dosis extra de espiritualidad, que se nos quita cuando oscurece al día siguiente.
La base bíblica del Shabat se basa en los siete días de la creación del universo, que corresponden a los siete días universales que componen la semana, y que son inexplicables en términos físicos.
Según la Torá, Di-s creó el universo en seis días y descansó el séptimo. En base a esto, el judío trabaja seis días a la semana y dedica el séptimo al descanso. Sin embargo, existen algunas contradicciones, muy probablemente creadas por nuestra sobrevaloración de los medios y no de los fines. Si Shabat fuera un día que deberíamos dedicar exclusivamente al descanso, ¿por qué la Torá y los grandes sabios nos prohibieron viajar en coche para caminar, o tomar un ascensor para subir escaleras? Esta pregunta ya debe haber sido formulada por un gran número de judíos. La respuesta es que Shabat no es un día que debamos dedicar a descansar. Esto lo pondría bajo la simple condición de conseguir medios para que podamos ganar fuerzas para el resto de la semana. Sin embargo, el Shabat no es un medio, sino un fin en sí mismo. Es más válido decir que trabajamos durante la semana para celebrar Shabat.
Otra contradicción se basa en el principio de nuestra fe de que el Creador es perfecto, es decir, que no necesita nada para cumplir su tarea. Entonces, ¿por qué necesitaría descansar si sabemos que Sus poderes son infinitos?
En realidad, Di-s no descansó en el sentido habitual de la palabra, sino que se dedicó a crear el Shabat. Después de todo, el universo se hizo en 7, no en 6 días.
Al leer el primer capítulo de la Torá, nos damos cuenta de que el proyecto de creación sigue un orden enumerado desde el objetivo más simple hasta el más complejo. Se crearon las primeras luces y tinieblas. Luego aparecieron los mares, las plantas, los animales, etc. Los últimos en ser creados no fueron ni el hombre ni la mujer, sino el Shabat, el séptimo día. Siguiendo este razonamiento nos damos cuenta que todo fue creado para el hombre, pero el hombre también tenía su función. Fue creado, entre otras cosas, para "servir" el Shabat. ¿Qué hace que Shabat sea la última de las creaciones? Su propia similitud con los atributos de su Creador, como explicaremos más adelante.
El reposo al que se refieren nuestros libros es el acto de no intervención física y directa en la materia. Mientras Dios ha dejado de crear, de intervenir en la naturaleza, los judíos no la transforman. Así, para parecernos al Creador (D-os creó al hombre a su semejanza) tampoco intervenimos en la materia, no tocamos la electricidad, no arrancamos hojas, no encendemos fuego, no recogemos frutos, no dejamos hervir agua y no movemos objetos que no tienen utilidad en Shabat, por ejemplo. Porque son acciones en las que, de alguna manera, cambiamos el rumbo de la materia. Si no hubiéramos intervenido, todo habría seguido como estaba antes.
Esto explica la similitud entre Shabat y el Creador, ya que Él es Eterno, Inmutable y, por analogía, podemos caracterizarlo como envuelto en una gran tranquilidad.
¿Cómo sabemos, sin embargo, cuáles son las obras prohibidas cuya ausencia caracteriza el descanso divino?
Esta pregunta nos remonta al episodio de la construcción del santuario, el Mishkán que el pueblo judío llevó consigo en el desierto, en su camino de subida de Egipto a Israel. El Mishkán era el centro religioso del pueblo de aquella época, donde se ofrecían sacrificios a Di-s y, de alguna manera que escapa a nuestra comprensión, era un modelo del universo. Su ingeniero poseía todos los secretos de la arquitectura del universo y utilizó las mismas obras, o melajot, utilizadas por Di-s en los primeros 6 días de la creación. Por tanto, las melajot, o actos prohibidos en Shabat, provienen del trabajo utilizado por nuestros antepasados en la construcción del Mishkán.
Hay 39 melajot prohibidos para Shabat: llevar, quemar, apagar, terminar, escribir, borrar, cocinar, lavar, coser, rasgar, atar, desatar, dar forma, arar, plantar, segar, cosechar, trillar, aventar, elegir, tamizar, moler, amasar, peinar, hilar, teñir, coser en serie, urdir, tejer, desenredar, construir, demoler, atrapar, cortar, descuartizar, desollar, curtir cuero, ablandar cuero y marcar.
Es evidente que la simple lectura de estos verbos no permite comprender cuáles son las prohibiciones. Sin embargo, un aspirante a Shomer Shabat debe estudiarlos en profundidad.
En conclusión, Shabat es un evento central en nuestras vidas y juega un papel fundamental para quienes buscan el sentido de su existencia. Es un día que conviene esperar con ansias durante la semana, ya que está lleno de verdad y alegría que, por regla general, van de la mano. Sin embargo, estas cualidades hay que buscarlas, no nos las entregan con un “beso de mano”. Si muchos no notan la diferencia entre Shabat y otros días es porque no los buscan. El ritmo que impone la sociedad no nos da tiempo para detenernos a pensar qué debemos hacer realmente en nuestras vidas y dónde invertir nuestro tiempo. En medio de las prisas, debemos encontrar puntos para detenernos y reevaluar si el camino que hemos recorrido es ideal, y trazar estrategias para caminos futuros, apuntando siempre a un objetivo concreto. Para ello tenemos el Shabat, un momento para vernos desde un ángulo externo, como un aficionado que mira a su equipo. De esta manera, podemos ver muchas cosas que el ajetreo de la vida cotidiana oscurece y nos acercamos a la verdad y la alegría que promete el Shabat. Así que nos alejamos de lo físico para ahondar en lo espiritual. Para ello, buscamos el ambiente de paz deseado por todos a través del famoso saludo "Shabbat Shalom".
Ron Dayan
Bibliografía:
Kaplan, Arieh, "Shabbat, día de la eternidad",
Reseña: Rabino Tawil