La investigación no deja lugar a dudas. En el inicio de un nuevo milenio y en medio de vertiginosos cambios tecnológicos y una creciente perplejidad sobre cuál será el futuro de una humanidad ahogada en profundas contradicciones, hay una institución que, en lugar de perder su vigencia, tiene efectos concretos, cada vez mayores. relevancia: la familia. En una reciente conferencia internacional sobre la familia, las contribuciones de las más variadas disciplinas fueron unánimes.
La familia cumple actualmente funciones decisivas en campos cruciales para el ser humano y la sociedad. Es la principal unidad de salud preventiva de la sociedad. La atención y el cuidado de los niños en la primera infancia son fundamentales para sus niveles futuros de salud a lo largo de sus vidas. El desempeño educativo de los niños de hogares donde los padres apoyan y supervisan sus estudios es mucho mejor que el de los niños de hogares débiles, desarticulados o menos responsables. El modelo de pensamiento, análisis y discusión recibido en casa afecta profundamente el desarrollo de importantes habilidades intelectuales en el mundo actual, como el pensamiento independiente y creativo. Las investigaciones han determinado que el tipo de relación padre-madre tiende a reproducirse en los hogares de los niños. Entre otros aspectos, se determinó que los maridos que practican la violencia doméstica, una aberración muy frecuente en el mundo actual, provienen de un porcentaje muy alto de hogares donde vieron a sus propios padres actuar de esa manera.
En una época en la que la delincuencia aumenta enormemente, se observa que lo aprendido sobre el aspecto moral dentro de la familia, en los primeros años de vida, es decisivo para que un joven caiga o no en conductas delictivas. Por tanto, la familia es percibida como el instrumento más eficaz para la prevención del delito, al servicio de la sociedad. Algunos economistas también indican que no existe ninguna unidad que produzca servicios sociales, ya sea pública o privada, que pueda compararse en eficacia con la familia. Genera servicios nutricionales, educativos, de salud y otros a sus afiliados, con la más alta calidad y los mayores niveles de eficiencia disponibles.
Siempre se ha conocido el papel espiritual, emocional y ético de la familia. Pero ahora se le han sumado valoraciones que señalan su peso fundamental sobre aspectos concretos y básicos de las sociedades, como todos los mencionados y muchos otros aún por añadir.
La institución creada por Di-s como base de la raza humana, como afirma la Torá, es hoy "redescubierta", a principios del siglo XXI, por las ciencias, como la unidad social más capaz y eficaz que tiene el hombre. Puede parecer que este redescubrimiento llega un poco tarde, ya que la familia vive serias dificultades en varios aspectos. En las sociedades ricas y las clases altas de países como América Latina, la búsqueda desenfrenada de bienes materiales y de poder como fines últimos de la vida, y el consumismo exagerado, han relegado a la marginalidad los valores e instituciones no utilitarios, incluida la familia. Esto les parece a los yuppies y a quienes buscan la ascensión social un obstáculo, con sus mensajes morales y exigencias de fidelidad y respeto hacia padres y hermanos.
En los sectores pobres de América Latina y otras regiones, la familia sufre el impacto de graves dificultades económicas. Se estima que entre 1980 y 1996 el número de personas por debajo del umbral de pobreza aumentó en 63 millones. Una víctima de este proceso de pauperización fue, sin duda, la familia. Hoy, más del 30% de los hogares de la región están bajo la responsabilidad de la madre, únicamente, y la gran mayoría, de madres humildes. El desempleo y la pobreza fueron decisivos en la ruptura del núcleo familiar. Las políticas económicas que eran completamente insensibles a sus consecuencias para la familia también fueron responsables de estas realidades cada vez más agudas. Es urgente fortalecer la familia y, para ello, toda la sociedad debe hacer todo lo posible. Sin esta fuente inagotable de valores, cariño y aportes diarios, el futuro de las generaciones jóvenes será sombrío y el de la sociedad será un gran interrogante.
El judaísmo ha tenido ideas estructuradas al respecto desde sus orígenes, y su consagración de la familia como entidad pilar de la vida judía es una de las características centrales de la identidad judía. "Honrarás a tu padre y a tu madre", ya prescribían los Diez Mandamientos. En el texto bíblico hay una advertencia drástica: "Maldito el que insulte a su padre o a su madre" (Devarim, 27:16).
Las normas básicas no dejan lugar a dudas o ambigüedades. Honrar a los padres -un aspecto básico de las relaciones familiares- es un deber inevitable. Las relaciones entre marido y mujer, padres e hijos, hermanos y familiares inmediatos se definen cuidadosamente, buscando asegurar la armonía dentro del núcleo familiar. Maimónides enseña cómo deben ser las relaciones entre maridos: "Nuestros Sabios dictaminaron que el marido debe honrar a su esposa más que a sí mismo y amarla como a sí mismo".
Esta regla determinante fue dictada durante períodos de discriminación entre géneros más virulenta. Los padres, según el judaísmo, no deben favorecer a uno de sus hijos, ya que sería un error. Sí, deben ocuparse de la educación de sus hijos, esto es algo natural, un compromiso vital básico. Los hijos, a su vez, deben esforzarse por proporcionar una satisfacción legítima a sus padres.
La Torá, en el Génesis, narra el encuentro de José, el hijo supuestamente asesinado, y su padre Jacob (Israel), después de 25 años de separación: "Y José preparó su carro y subió al encuentro de su padre Israel. En Gosén, apareció ante sus ojos, se arrojó sobre su cuello, y lloró mucho sobre su cuello." (Bereshit 46:29). Los rabinos destacan que con la expresión "apareció ante sus ojos", el texto bíblico subraya que, a pesar de tantos años de separación, el pensamiento de José estaba fijo en el placer que sentía su padre al verlo. Entendió que su propio placer era secundario respecto al que sentía su padre (citado por el rabino Zelig Plinskin, en la obra “Ama a tu prójimo”).
Las normas judías advierten que un hermano no debe hablar mal de sus hermanos. Estipulan expresamente el honor a los suegros, protegiendo la fortaleza y estructura de toda la familia.
La sabiduría judía pregunta cómo puede un judío honrar a sus padres. Una de las respuestas es: "Dedicarse al estudio de la Torá y hacer buenas obras es el mayor honor que un niño puede dar a sus padres, vivos o muertos, porque entonces se dice: "Cuán digno de alabanza es este padre". y madre que crió a tal hijo", (citado por el rabino Hayim Halevy, en Ser judío).
La importancia que el judaísmo atribuye a formar una familia es tal que en el Talmud babilónico (Tratado Meguilá, 27a.) está escrito: "Está permitido vender un rollo de la Torá si es necesario para celebrar un matrimonio".
Hoy en día suenan a menudo voces negativas sobre la familia. Abierta o encubiertamente, dicen que es una institución obsoleta y anticuada. Proclaman que los niños, para desarrollar su potencial, deben distanciarse lo más posible de sus padres. Afirman que las consideraciones familiares deben dejarse de lado en la búsqueda del avance profesional. Elogian la conducta de quienes relegan a su esposa e hijos a un segundo lugar en su ascenso social. Transmiten, en definitiva, el mensaje de que hay cosas más importantes que la familia y que incluso puede ser un estorbo.
El argumento de las fuentes y la sabiduría judía sobre la familia les dan una respuesta convincente. A pesar de sus detractores, la institución familiar es fuente de aportes cada vez más relevantes y, en muchos casos, sus diversos roles no pueden ser reemplazados por nada ni nadie. Las nuevas investigaciones científicas sobre el valor especial de la familia en multitud de campos prácticos no hacen más que reflejar su potencial excepcional. Pero aún hay mucho más, dados los graves problemas que aquejan al ser humano en el inicio de un nuevo siglo, como la ausencia de valores, la soledad, las dificultades de comunicación, el individualismo exacerbado. La familia aparece como uno de los pocos puntos de referencia fiables, válidos y cálidos. Como muchos otros jóvenes judíos de mi tiempo, aprendí en medio de una familia humilde, pero rebosante de calidez familiar, que, como me enseñó mi difunta madre, Clara, Z'L, la vida familiar, más que una exigencia forzosa, es una oportunidad de realización y desarrollo permanente. El judaísmo y la familia son una unidad. La familia es expresión viva de los valores del judaísmo y entorno privilegiado para su desarrollo.
Esta institución "anticuada" es una de las mayores esperanzas que tiene el hombre en su camino hacia el nuevo milenio. ¡Aceptémoslo y luchemos por él con todas nuestras fuerzas!
Bernardo Kliksberg - Premio al Mérito Intelectual Judío del Congreso Judío Latinoamericano, Premio AMIA. Asesor especial de la ONU, la UNESCO y otras organizaciones internacionales. Autor de numerosas obras.